Mario René Matute Mi tumultuaria soledad se alarga Con nocturnos antojos callejeros Donde transitan todos los recuerdos. Ingresas por la izquierda a su corriente Y a tu paso retoñan los luceros, Nos gana el más angelical silencio Y nos vamos a pie por la añoranza. No hay voces ni ruidos en mi entorno, Este pequeño espacio de latidos, Se puebla universal e ilimitado Por los múltiples pasos silenciosos De tanto amado corazón amigo. De pronto me rodean dulces sombras, Y tus manos arriban del pasado Con su tenue ademán de mariposas Que enseñan a volar a la nostalgia. Constato que en la soledad flagrante, No hay un solo rincón para la ausencia. Como cruzando muros de ternura Se asoman, con sus pasos a la inversa, Aquellos que doblaron el camino Y por la eternidad fueron ganados. Esta noche estoy sin compañía Llamé desde mi soledad profunda Para poblar el mundo de mis sueños, A las palabras y los gestos viejos, Con los que anduve a tientas por la vida. Y han vuelto a florecer más musicales, Llevándome al confín de lo sereno Ahí donde el encuentro con la nada Impone el sonreír de lo imposible. Esta mi soledad no está vacía, Sobre sus olas el pasado flota Navego por los días anchurosos, Beso tu pelo largo anochecido Y trepo por tu risa en caracolas. No hay ni silencio, ni quietud, ni angustia, Todo es retorno y dulce encantamiento. Ahí, desde mi soledad renazco Agitando mis alas infantiles Me deslizo por una carcajada, Tobogán que me libra, majestuoso, De la razón, la seriedad y el miedo, Que acartonan los sueños y los matan En el soso tumulto cuotidiano. Desde mi soledad emprendo el vuelo Y gano plenitud en sus alturas. |
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