Maru Luarca
Nada es nuevo y no reconozco nada.
A jalones, me arranqué la piel.
Debajo descubrí escamas , prehistóricas, coloridas.
Vi el reflejo del estanque y me zambullí. Huí.
Pasaron otros cien años submarinos.
El frío se volvió mi hábitat. El plancton, alimento.
Y nadé buscando respuestas.
Dicen que hay una en cada concha, bajo el coral.
Un día, se terminó el mar.
No quedó nada húmedo ni salado.
Me erguí en mis delgadas piernas.
Sacudí mis escamas y una a una, se fueron desprendiendo.
Me quedó una brillante piel negra.
Pelambre azabache, como el alma.
Y dos ojos verdes jade.
Otros cien años pasaron.
Mis ojos verdes de jade siempre fueron nuevos.
Mi piel azabache se llenó de pinceladas de luna.
Me cansé.
Agotada, me acosté a dormir una tarde en un capullo. Cálido y suave.
Pasaron otros años, cien talvez.
Desperté libélula.
Y acá estoy, azul.
Blú.
Comentarios