Paolo Guinea Ovalle
El apego a las sombras casi diminutas lo dejó imaginando rayos desposeídos de gritos. Un consenso universal e impreciso se presentó sin espera alguna. Tarde o temprano se tendrá que arrodillar a las costumbres más celestes y dudosas, ¿Cuántos lamentos no manipularemos después de nuestro desencuentro con lo inexacto? Su entrada no sorprendió la labor los gestos, al agrado de la ternura, al susurro de las conciencias. Ahí entró, con un aura repleta de niños, se descorazonó a tres cuadras, y volvió a invertir la ira en los pasos parsimoniosos. Intacto quedaría como surco inconcebido el deterioro de los augurios, que sí no más frescos que las penumbras, se esconderán asechantes Y sobresalientes al miedo y las derrotas. La espera carcomió el ridículo de los siglos, ya nadie se quejaba, ni se comía, ni se lloraba. La presencia de lo intacto, no dejó más rastros en su desesperada búsqueda, tanto como si se amara con la palabra y no con precisión de saber como araña, que tejerlas va más allá de las risas que los árboles provocan, al diseminarles un par de malogradas lágrimas de angustia. Nadie apresuró la imagen, ahí se congregó la vida, los espíritus, y sus escenas infinitas e irrepetibles fueron el objetivo para no despertar nunca, así los truenos y volcanes no dieran crédito a lo más imprecindible para todos los objetos, sí, carcomerse hasta no dejar de ilustrar, con la armonía de sus irregulares formas los momentos desvividos y saturados de impase seudofetal. Sucumbieron las voces, cuando éste dio fe a todos los presentes, de que las cosas ahí permanecerían por más de diez muertes eternas, sólo los zánganos remontarían el vuelo, todos ya envueltos en la sabiduría del olor de las mujeres caminantes, permanecerían con las manos abiertas, en espera de nuevos encantos. Ya sólo con la energía de las miradas todos mudarán la decencia de la noche a sus espaldas, para que después de un largo y directo trazo, el día los conduzca a más escenas irrepetibles, como las de hoy en el desacierto del indebido apareamiento del norte con el sur y sus más sagradas dolencias. Destino El destino abrió los ojos, invadió el espacio y azotó la puerta. Se empapó el día de suerte arrullada. Una línea se figuró por fuera del futuro, y lo rodeó de alientos. Se deshojó su historia, dejando autores doblados sobre el escritorio. Hoy el destino me planchó la idea, me dobló la esperanza y me colgó en ropajes añejos. Hoy el destino no me dejó otro camino que el horóscopo. Viento El viento iluminó el vacío y estremeció al tiempo, levantó una nube e invadió el espacio. Aromatizó el día y prosiguió su camino de antaño recuerdo. Se fue preñando formas y arrastrando voces y en el ulterior de su inútil vagancia, nos dejó otra vez un invisible quebranto de delicias. |
Comentarios