Luis Cardoza y Aragón
Como una flor de hielo sobre un piano, Lázaro, en medio de la noche, ciego. Cuando El Hombre de la túnica blanca Sin piedad, sin piedad, dulce me manda Lázaro, levántate y anda</i>, Su sentencia taló mi pensamiento Y no pude siquiera balbucir. Señor, Señor, ¿por qué me has abandonado? Era un aborto, un vómito era. Y arrasado me fui por mi destino Mendigando una muerte de rocío. Olivos dorándose en su aceite Calor y olor de pan y de boñiga Burbuja en la punta de una aguja Es la tarde antorcha desangrándose Detenida por los geranios rojos El cántico de gallos y bramidos de toros Hay una aura púrpura ternura Bajo el alto azul acongojado De mortaja y pañal Y crepúsculo raudo que se asoma Con rosados opacos pasos grises Tartamudeando trémulo sus cosas Ya la noche suscita estrellas tristes Perplejos vieron todos que Lázaro atendía El conjuro divino. A Marta y a María colmenas de alegría Sus más felices lágrimas vencían. ¿Renacer es más fuerte que la vida o la muerte? Nadie conoce el dolor sobrehumano De volver a la vida. Saliste de una rala tierra inválida, Como estéril semilla paulatina, En ignorados brazos apoyado Que otra lengua hablaban. La luz te lastimaba, el universo, Y con desolación de pez ahogándose El aire masticaste. En tu barba de heno y desconcierto Fulgió un lucero pútrido enredado, Un lucero de fango y de resentimiento. Tu cuerpo amojamado, Bostezo de una estatua, Caminó tenso, soñoliento, Navagante y lento el paso Con la alondra preciosa de la fábula. Estabas mudo al ver la luz del mundo Como El Hombre de la túnica blanca Que un áspero instante vio con tus ojos y juntos caminaron ya sin rumbo. En el corral vecino El toro que degüellan Lloraba como un niño. No, no estuvo vivo, No, tu nocturno corazón entero. Resucitado estuvo Como brusco, cacharro rescatado, Añorante de muerte redonda como un cero. El Hombre de la túnica blanca, Caín inverso del amor divino, A la espalda se echó Su fardo de preguntas, La esquina dobló del Callejón de las Flores, Se alejó, como una lámpara que se apaga, Iba mordiendo su remordimiento Hablando solo y trémulo de espanto Más que los huesos del resucitado. La tierra de la muerte -que nunca es fallida- Es la única Tierra Prometida. Mejor es dejar muertos a los muertos, Inmortal en la muerte es la vida. Tomado de Lázaro, Ediciones ERA, México |
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