Poesía guatemalteca
Guatemala, 21 jun, 1901-México, DF, 4 sep, 1992.

Poeta, ensayista, narrador y crítico de arte.

A los 16 años partió de Guatemala, pasó por Nueva York y llegó a París, donde estudió medicina durante dos años. Renunció a la medicina para dedicarse a la literatura. En París publicó, en 1923, su primer libro de poesía:  Luna Park. En 1926 viajó a Marruecos, donde escribe  Fez, ciudad santa de los árabes, crónicas que son publicadas en Cuba por primera vez; la revista mexicana  Nexos lo hizo en México, en 1992. En este país publica, en 1928, en la revista  Contemporáneos, un fragmento de  Torre de Babel. En 1932 terminó de escribir  Pequeña sinfonía del nuevo mundo, pero hasta 1948 fue publicada en Guatemala; ésta era su única obra impresa en su país hasta 1992; en 1993 la Usac publicó, en convenio con el FCE de México,  Guatemala las líneas de su mano. Conoció y frecuentó a Pablo Picasso, Tristan Tzara, André Bretón, Paul Éluard, Robert Desnos y Antonin Artaud. De 1936 a 1944 colabora con Fernando Benítez en el suplemento cultural de  El Nacional. Fue miembro fundador de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR). De 1932 a 1944 trabajó con Xavier Villaurrutia en el catálogo de la pintura europea de la Escuela Nacional de Artes Plásticas, de México. El 22 de octubre de 1944 regresa a Guatemala a trabajar con el movimiento revolucionario que dos días antes había derrocado a la dictadura de Jorge Ubico.  Guatemala, las líneas de su mano recoge, con lujo de detalles, esa gesta. En 1945 funda y dirige la  Revista de Guatemala; también funda el Movimiento Guatemalteco por la Paz y la Casa de la Cultura de Guatemala. Es nombrado por Juan José Arévalo embajador en Noruega, Suecia, Francia y la hoy ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. En 1947 viaja a Bogotá como representante ministerial; ahí se casa con Lya Kostakowsky, mexicana de ascendencia rusa, con quien vivió hasta la muerte de ella, ocurrida en 1988. En ese mismo lapso, lo nombraron embajador de Guatemala en Colombia, Chile y Francia. En 1952 regresa a México, donde se instala de manera definitiva, y nunca más, en esos 40 años, a Guatemala. Ese año comienza a colaborar en  México en la Cultura, suplemento del diario  Novedades. Sus escritos aparecieron, además, en periódicos y revistas de Madrid, Lima, Montevideo y Guatemala. En 1954 la Central de Inteligencia Americana, en cruento golpe de estado, derroca al presidente Jacobo Árbenz Guzmán y Luis Cardoza y Aragón inicia una amplia y sistemática denuncia del hecho por el mundo. En reconocimiento a sus aportes a la cultura nacional, la Facultad de Humanidades de la Usac le otorgó el diploma Emeritissimum. En 1992 la Universidad de San Carlos de Guatemala le otorgó el doctorado Honoris Causa; este mismo año recibió el Premio Mazatlán de Literatura por su libro  Miguel ángel Asturias casi novela y la Medalla Roque Dalton. En la UNAM trabajó en el Instituto de Investigaciones Estéticas e impartió la cátedra José Clemente Orozco. En 1979 el gobierno mexicano le impuso la máxima condecoración que se otorga a un extranjero, la Orden del Águila Azteca. De Nicaragua recibió la Orden de la Independencia Cultural Rubén Darío. Hombre libre, defensor de la dignidad de los pueblos, Luis Cardoza y Aragón murió en el exilio a los 88 años. Sus restos fueron cremados en el Panteón Español y sus cenizas regadas en el Cerro del Ajusco, en el mismo lugar donde fueron echadas las de Lya, su compañera de toda la vida. Su honradez intelectual y su brillante actividad creadora lo convirtieron en hombre fundamental de la cultura latinoamericana. “Fue el más grande crítico de arte que ha tenido México” (Fernando Benítez); “El patriota ejemplar; el revolucionario consecuente; el luchador intelectual; el lúcido pensador y defensor de su pueblo” (Rodrigo Asturias); “La poesía de Cardoza y Aragón ocupa un sitio singular y único. Apenas y necesito recordar su  Pequeña sinfonía del Nuevo Mundo, verdadera obra maestra” (Octavio Paz); “Hombres así ya no hay. Poetas, astrónomos, visionarios, subversivos, insumisos, capaces de prodigarse hasta quedar vacíos, de derramarse y regalar su sangre, hombres así ya casi no se ven” (Elena Poniatowska); “Se convirtió en el primer crítico de la pintura mexicana, sus apreciaciones cambiaron la escala de valores establecidos y les enseñó a los mexicanos a ver la obra de sus artistas” (José Emilio Pacheco).

Tomado del Diccionario de escritores guatemaltecos, de Carlos López, Editorial Praxis

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